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c/ Rubio 6, Santander


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El MAS recibe dos obras de Pancho Cossío que habían sido prestadas al Reina Sofía

El Reina Sofía ha devuelto dos obras del Mas del artista cántabro Pancho Cossío y que habían sido prestadas por el Mas para formar parte de una exposición temporal. Se trata de dos retratos falanguistas, José Antonio Primo de Rivera (óleo sobre lienzo, de 120 x 90 cm, de 1943) y el de Agustín Zancajo Osorio (óleo sobre lienzo, de 120 x 82 cm) que pudieron verse en la exposición Campo cerrado. El arte español de la posguerra del 26 de abril al 26 de septiembre. Como es sabido, es constante la colaboración entre el MAS y el MNCARS, que tienen suscrito un convenio de colaboración general y científica.

El museo de arte santanderino y el Reina Sofía tienen suscrito un convenio de colaboración desde hace cinco años para posibilitar el préstamo mutuo de obras, el depósito de piezas -el MAS cuenta en la actualidad con el depósito de cinco obras pertenecientes al Reina Sofía- y que regula también cuestiones de tipo científico.
El MAS conserva y posee un buen número de obras de Pancho Cossío que pueden consultarse a través de la propia web del museo. Todas las obras de Cossío que el MAS conserva han sido solicitadas constantemente para formar parte de exposiciones temporales, nacionales e internacionales, especialmente, los óleos: Traineras, Niños con cometas, Pintando las traineras, Puerto o el retrato de Peña Boeuf.

 

Biografía
Hijo de padres también españoles, almacenista de tabaco, que llegó a ser nombrado alcalde de Pinar del Río, y, adelantándose a la legislación española del momento, abolió la esclavitud en su hacienda, y de Casimira Cossío y de Mier. Poco después de nacer Pancho, estalla la guerra por la independencia de la isla en 1898, la región es tomada por Quintín Banderas, guerrillero que se distingue por su extrema crueldad con los españoles. Pero, las medidas abolicionistas tomadas por Genaro Gutiérrez hacen que el guerrillero tenga la deferencia de facilitar la partida de la familia Gutiérrez-Cossío. La familia regresa a la península, a Renedo de Cabuérniga (Cantabria) de donde es originaria.
Allí permanecen hasta 19019, momento en que se trasladan a Santander. Siendo un niño sufre un accidente en su pierna, el que va reduciéndole en el futuro a prolongados reposos, determinará, entre otras razones, su vocación por la pintura. A los 13 años toma lecciones de dibujo de Francisco Rivero. En 1914, decidido a ser pintor, se traslada a Madrid, y por recomendación del abogado Gregorio Campuzano, ingresa en el taller de Cecilio Plá. En él permanecerá hasta 1918, y, recordará siempre con gratitud las enseñanzas del viejo pintor. En 1919 toma estudio en la calle de Fernando el Santo, y, el año siguiente, lo deja transcurrir en Santander. Durante el bienio 1921-1922, se desinteresa de la pintura académica y entiende que en España le va a resultar difícil triunfar. En 1923 marcha a París con el escultor, también montañés, Daniel Alegre. Este año envía un desnudo al salón de los independientes, pero aunque en un principio pasa inadvertida, Cossío logra venderla por 300 francos. En 1924 participa en el Salón de Otoño con otro desnudo, y esta vez sí atrae la atención de los críticos.

 

Juventud
En 1925, ingresa en el grupo de pintores jóvenes españoles establecidos en París (Francisco Bores, Hernando Viñes e Ismael de la Serna) y va naciendo su primer y personalísimo estilo. Desde la funcación, en 1926, de Cathiers d’ Art, el grupo, y, sobre todo Cossío, contarán con el más prestigioso apoyo del momento. Después de realizar dos exposiciones (1928 y 1929) firma un contrato de exclusiva con la Galerie de France, entidad que fracasa en 1931. En 1932, regresa a España, primero con vagos proyectos de trasladarse a Norteamérica. Luego, lo que efectúa, con lo de intervenir en la política española. Se afilia a las Jons de Ramiro Ledesma Ramos y funda la delegación en Santander. De aquí que entre 1933 y 1940 la actividad pictórica del artista sea muy escasa. En 1944, expone en Madrid, obtiene un señalado éxito, y luego de trabajar en silencio hasta 1948, comienza su serie de soberbias exposiciones en Barcelona, Madrid, y, Santander. Significa la consagración de Cossío. Es inútil continuar agregando noticias de más exposiciones, aparte de la obtención de la Medalla de Honor en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1962 y la sala especial a la que fue invitado en igual certamen de 1966. Los últimos años, Cossío pasó la mayor parte de su tiempo en Ibiza y en la Albufereta de Alicante.

 

Influencia biográfica en sus obras

Hasta aquí el accidente biográfico de Cossío pudiera parecer en exceso detallado para quien no acertarse a advertir en sus líneas la portentosa capacidad de renuncia, ruptura, y, vuelta a empezar del gran artista. Los cuadros de su primerísima época, vistos en Santander (en su casa familiar y en el Ateneo), composiciones a base de vivos colores, muy personales de concepto, hubieran podido constituir plenitud para otro cualquier pintor. Cossío renuncia a ella y la sustituye por la interesantísima pintura de la etapa de París, como no sea hablando de un poscubismo curvilíneo, sin ningún débito a Picasso. En 1932, esta bella obra de mares, veleros, tormentos, copas, frutas y sombreros hongos no tiene continuidad porque se vuelve a España, con ese increíble retrato de su madre, de 1942, tan óptimo como si estuviera firmado por Rembrandt, o con el bodegón de las porcelanas de 1945 con un lujo de calidades ya casi inverosímil en nuestra era. Ambos cuadros comienzan a guiarnos por las predicciones genéricas de Cossío, que son aparte de las dos enormes composiciones religiosas en la iglesia de los Carmelitas de la Plaza de España, de Madrid, el retrato, la marina y la naturaleza muerta.

Ciertamente, los principios acabados de enunciar son los comunes a la obra de toda la etapa española de Cossío, y, no quiebran ante la progresiva sintetización y abreviatura de los años últimos, en que todo se hace más fantasmal, con blancos más refulgentes. Con lo que acabamos de llegar al color y a la considerable cromática en el deleite de la pintura de Cossío. En primer lugar, vaya por delante la constatación de que éste jamás pintaba con colores preparados industrialmente, sino que molía y cocinaba sus tierras con la misma honestidad primitiva de un maestro del siglo XVII. Tierras generalmente, en las que los tonos dominantes son los blancos, los grises, los ocres, con toda una infinidad de variantes. Finalmente, entra en juego la no definible brujería de Cossío, para dotar a las superficies de unos lujosos fulgores, de unos prestigios viejísimos, de unas condiciones tan suntuosas y halagadoras a la vista que cada uno de unas condiciones tan suntuosas y halagadores a la vista que cada uno de los cuadros, por recién pintado que esté, ya muestra apetencias de obra muestra sescentista con derecho a sitio en el Prado o en el Louvre.
Así, la semblanza general de Cossío, tan inhabitual, tan fuera de serie cual todo lo que a él toca, será tan complicada cual la sigue: el gran pintor español novecentista, que partiendo del poscubismo y habiéndose acercado hasta a dos milímetros de la no figuración, ha realizado la pintura más hondamente tradicional conocida por el siglo XX.