Evento/El artista y su obra
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Viernes 24 de noviembre de 2023
La obra de Marina Núñez (Palencia, 1966) arranca a principios de la década de los noventa con un claro posicionamiento en torno a los discursos de género y a la representación del cuerpo femenino, aspectos que empezaban a tener una presencia importante, y sobre todo novedosa, en el panorama del arte contemporáneo español. Desde sus primeros trabajos en los que pintaba surrealistas bodegones sobre servilletas, manteles y paños bordados en los que lo femenino aparece a través de diversas metáforas como algo inquietante, siniestro, atrayente y repulsivo a la vez, hasta el posterior desarrollo de toda una galería de mujeres histéricas, locas, muertas, monstruas de todas las calañas y ciborgs, Marina Núñez ha ido poniendo de relieve toda una serie de cualidades que el imaginario simbólico de nuestra cultura occidental ha ido asociando insistentemente con la mujer. A través de la pintura como técnica y de la pintura como canon se embarca en un proceso de deconstrucción del gran discurso de la ideología patriarcal que ha sido durante siglos la representación pictórica. La artista rescata del olvido y reinterpreta en diversas series todo un muestrario de monstruas mitológicas, arpías, medusas, enfermas, perversas, locas e histéricas de cuerpos convulsos y monstruosos, de mentes irracionales y malévolas. Toda una visión de la feminidad que evidentemente ha construido la mirada masculina.
Con la serie Ciencia Ficción, de finales de los noventa, su trabajo empieza a evolucionar hacia una preocupación por lo humano, en un contexto en el que la biogénetica, la robótica y la cibernética hacen cada vez más evidente la dificultad de definir este concepto, la superación de algunas de sus características e incluso la posibilidad de que acabe desapareciendo. El cyborg, como epítome de la hibridación entre la máquina y lo humano, podría ser la imagen de esta reconfiguración que diversos filósofos y pensadores han dado en llamar poshumana.
Aunque la obsolescencia del ser humano y su necesidad de prótesis tecnológicas para una mejor observación, comprensión y control del mundo hace tiempo que se formuló, hoy toda una serie de avances científicos y tecnológicos han permitido reconfigurar el propio cuerpo humano. Lo corporal es ya hoy un híbrido, una mezcla de diversos elementos protésicos, mecánicos, químicos, una entidad inestable y permeable, donde las distinciones entre interior y exterior se difuminan.
Marina Núñez es de las escasas artistas que se ha aventurado con este tipo de problemáticas con tan duros competidores en la creación de todo un imaginario sobre las mismas como son el cine y la literatura de ciencia ficción. Estos ámbitos han sido los mejores creadores de una iconografía de un futuro poshumano, seguidos de lejos por las artes visuales. Marina Núñez, a diferencia del carácter espectacular del cine y los videojuegos –de los que también toma elementos, como técnicas infográficas y programas de dibujo–, cruza sus visiones con otra serie de referentes traídos de la tradición humanista en la que el ser humano era una verdad sólida y estable, el eje vertebrador del mundo, lanzándonos a un pozo de reflexión filosófica. Así, un emblema de ese canon humanista como el hombre de Vitrubio de Leonardo se transmuta en una de sus video-instalaciones en un monstruo de fuego, simbolizando el fin de ese modelo ideal. En otros trabajos, toda una serie de microorganismos, de formas antropomórficas extrañas y deformes, de paisajes desolados, de extraños cementerios marinos –que nos recuerdan a algunas escenas infernales del Bosco– nos sitúan en medio de un mundo extraño, a veces apocalíptico, en el que lo humano ha sido arrasado o se está metamorfoseando convulsamente. Esta última etapa de su trabajo se mueve entre una cierta tecnofilia y la tecnofobia, sus instalaciones y montajes plantean dudas entre las ventajas y desventajas de la unión entre lo humano, la máquina y la ciencia, pero, como la misma artista comenta, sobre todo pretenden invitar a reflexionar sobre lo que todos estos cambios pueden significar o ya significan para nuestra subjetividad.
Lidia Gil Calvo (Santander, 1972)
Estudió historia del arte en la Universidad Complutense de Madrid. Formó parte durante cuatro años del equipo de redacción de la revista Arte y Parte y participó en las actividades desarrolladas en Espacio C. Actualmente colabora de forma habitual en proyectos artísticos y culturales, escribe y reflexiona sobre arte en diferentes medios y trabaja con distintas instituciones como el MAS, Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Santander y Cantabria.