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Viernes 24 de noviembre de 2023
Frida Kahlo ha remontado su condición de gran artista para convertirse en uno de los mitos del siglo XX. Su obra, al tiempo particular y universal, nace fruto del dolor físico y emocional, y se nutre de los sentimientos de soledad y abandono. Aunque muchos de sus lienzos comparten elementos próximos al entorno surrealista, su pintura nunca se alejó de la realidad: ni de la propia ni de la de su país. A través de sus retratos tiernos y atormentados, la pintora mexicana crea un universo poético singular que funde realidad y fantasía donde se alza un espacio propio, dramático pero no desprovisto de ironía ni de sentido del humor. Partiendo de su entorno más inmediato, y particularmente de sus vivencias personales, el don creador de Frida es capaz de transformar una experiencia vital atormentada en universos oníricos que, como veremos, guardan estrechas conexiones con el medio cinematográfico; esto es, con el arte más representativo de nuestro tiempo.
En 1931, en México, Frida Kahlo y su marido Diego Rivera conocieron a Sergei M. Eisenstein, que por entonces rodaba su película ¡Que viva México! El gran cineasta soviético se sintió cautivado por la obra de Frida. Otro tanto sucedió con Leon Trotsky, con quien la artista tendría un romance. Sabemos, por otra parte, que la artista era muy aficionada al cine -y su marido a las actrices-. Cuando era hospitalizada, lo que sucedió con frecuencia, Rivera se preocupaba por conseguir un proyector, con el que la convaleciente podía disfrutar de sus películas favoritas: las de el Gordo y el Flaco, Charlie Chaplin y las de Emilio Fernández, entre otras.
En justa correspondencia, el cine se ha ocupado de esta artista irrepetible en distintas ocasiones. Además de numerosos documentales, algunas películas de ficción se han centrado en su figura y su obra. Es el caso de Frida, naturaleza viva (Paul Leduc, 1984, protagonizada por Ofelia Medina), y de Frida (Julie Taymor, 2002, producida y protagonizada por Salma Hayek). A través de ambas trataremos de ensanchar nuestro conocimiento de una artista inabarcable a la que André Breton llegó a definir como “una cinta que envuelve una bomba”.
ANTONIO SANTOS
Doctor en Historia del Arte por la Universidad de Valladolid. Tesis doctoral defendida en 2004: Elogio del silencio : Yasujiro Ozu en los tiempos de estruendo (1903-1963). Ayudante de Bibliotecas en la Biblioteca de la Universidad de Cantabria entre 1988 y 2009. Profesor en la Facultad de Educación de la Universidad de Cantabria desde 2009, es asimismo profesor en la Cátedra de Historia y Estética de la Cinematografía de la Universidad de Valladolid, de manera ininterrumpida, desde 1986.
Ha colaborado, entre otras, con las revistas Cuadernos Cinematográficos de la Universidad de Valladolid, Nosferatu, Historia XVI, Componente Norte, Litoral, Letra Internacional, Trasdós y con el Boletín de la Biblioteca de Menéndez Pelayo. Es autor de las siguientes monografías: Kenji Mizoguchi (Cátedra, 1993); Yasujiro Ozu: Elogio del silencio (Cátedra, 2005); La trama policial en el cine (Cosema, 1995); El Sueño imposible: aventuras cinematográficas de don Quijote y Sancho (Fundación Botín, 2006); Barataria, la imaginada: el ideal utópico de don Quijote y Sancho (Centro de Estudios Cervantinos; Universidad de Cantabria, 2008); En torno a Noriko. Primavera tardía, Principios de verano, Cuentos de Tokio (Filmoteca de Valencia; Institut Valenciá del´Audiovisual i de la Cinematografía Ricardo Muñoz Suay, 2010).
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