Exposición

JOSÉ GALLEGO

Dibujos transitivos

25.10.2024 - 12.01.2025

c/ Rubio 6, Santander


Vista general de Joaquín Martínez Cano

Evento/El artista y su obra

Joaquín Martínez Cano

05.11.2024 19.30h

El artista y su obra es un ciclo que forma parte de la nueva programación del MAS que incluye actividades como visitas guiadas,…


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Publicado en la web un calendario con los eventos organizados en el MAS.

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Día Internacional de los Museos 2023

Jueves, 18 de mayo

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Marián Bárcena

MARIÁN BÁRCENA

(Santander, 1965).

 

Poeta, escritora y editora. Licenciada en Derecho por la Universidad de Cantabria y diplomada en Ciencias Políticas por la UNED. Tiene diversos premios literarios en su haber, entre ellos el José Hierro, el José Luis Hidalgo, el Jesús Cancio, el Fray Luis de León, el Gerardo Diego y el del Consejo Social de la Universidad de Cantabria. Es autora de los poemarios: El sueño devorado (1985), Santo y seña (1989), Los mares sospechados (1990), El silencio de la edad (1990), Signos inestables (2001), Cuando va a ser la hora (2002), Repentino de luz (2004) y Nociones del Imperio (2005). Está incluida y diversas antologías, entre ellas Mar de fondo (1996), Voces poéticas de Cantabria (2005) y Poesía del medio siglo en Cantabria (2006).

 

La belleza del mito, el misterio del amor (Tristán e Isolda)

Pasiones, sentimientos, emoción. Desde la música o desde el mito, desde la sombra y su luz o desde la armonía. Y dejar que se cumpla el cometido de esta cita: esto es que la sorpresa lleve hasta la emoción en presencia de un lienzo, y éste es el lienzo, Tristán e Isolda, de Rogelio de Egusquiza.

 

Rogelio de Egusquiza nació en Santander en 1845 y murió en Madrid en 1915. Su existencia estuvo marcada por el afán de conocimiento, que le llevaría, irremediablemente, ante el astro más rutilante de la época: Richard Wagner, y ante la fulgurante filosofía de Schopenhauer, que tanto impresionó también al músico alemán. Entre la pintura de los siglos XIX y XX se ubica el territorio pictórico de Rogelio de Egusquiza.

 

       El lienzo simbolista «Tristán e Isolda» resume el estilo e inquietudes de este autor santanderino, fascinado por los mitos resucitados por Wagner, a quien conocería personalmente durante sus prolongadas estancias en el extranjero.

 

 

Corrían de Europa los años medios del siglo XIX. El romanticismo había hecho su entrada a finales del siglo precedente, y la libertad, el individualismo y el nacionalismo habían mostrado sus rostros en las exitosas revoluciones americana (1776, Declaración de Independencia), francesa (1789) e inglesa (revolución industrial entre 1760 y 1840).

El arrebato romántico incluía pasajes bellos y expresiones personales de los músicos que ofrecían la música como un arte independiente, sin referencias externas. Wagner fue hito y luz de esa Europa de mediados del XIX. Su relevancia en el mundo de Egusquiza fue capital: Porque cuando nuestro pintor se acercó a la órbita de ese genio, jamás volvió a abandonarlo. Tal fue su rendida fascinación. Egusquiza Fue uno de los dos únicos amigos españoles que tuvo Wagner.

 

 

La gran aportación de Wagner al mundo del Arte fue su lucha por lograr una obra de arte total, global, mediante la unión en el arte dramático de todas las artes individuales: Música, Poesía, Representación.

 

Wilhelm Richard Wagner nació el 22 de mayo de 1813 en Leipzig y murió en Venecia en 1883. Desde niño sintió pasión por la mitología griega, el teatro y la música. Musicalmente, su formación fue eminentemente autodidacta, asimilando por sí mismo la música de su gran ídolo: Beethoven.

La vida de Wagner no fue fácil, a pesar de su talento. Sufrió cárcel por deudas, persecución por participar en alborotos revolucionarios y un exilio “sugerido” por criticar al rey Luis II de Baviera. Su vida personal no fue menos azarosa, y corrió pareja a los dramas musicales que creó, trasunto de sus propias vivencias y desgarros.

Y su creación no estaba orientada a su interés o placer, sino que tenía una clara orientación comunitaria, un arte para elevar las personas. El hombre, la persona, era la medida para ese Arte dramático, que es la forma más elevada y profunda de expresar sentimientos.

 

Ese era el ideal, el sueño de una nueva humanidad sensible y artística, por el que luchó Wagner. Es lo que dio en llamarse el Arte del Futuro, el Drama Total, el arte del Porvenir en el que el compositor alemán creía.

 

 A lo largo de sus obras Wagner quiso interpretar musicalmente, como vehículo sensitivo y comunicativo, las grandezas del amor, las renuncias heroicas, el misticismo de la Fe, las bajezas del odio, las gravedades de los anatemas, las bellezas de la naturaleza y el misterio de los mitos. Y cuando se sintió herido por la injusticia del imposible creó , cumbre de un amor que jamás pudiera ver cumplido, su “Tristán e Isolda.

 

Wagner protegió bajo la influencia de la metafísica de Schopenhauer el misterio erótico de su Tristán e Isolda. El mundo por la voluntad, el impulso, el concepto erótico del mundo (el sexo como núcleo de la voluntad) que determina la música del Tristán y su cosmogonía del deseo. Se trata de una composición amorosa, y, en el amor, en el sexo, se afirma la voluntad con mayor fuerza. Destila la esencia embriagadora de la filosofía de Schopenhauer, pero se desentiende de su sabiduría, aunque posea su dulzura erótica.

También están en su arquitectura los ecos de Novalis: la muerte es una noche de bodas para los amantes, un secreto de dulces misterios.

 

Para Schopenhauer nuestro mundo está hecho del mismo material que el de los sueños. Sólo existe una fuerza cósmica: la voluntad; que tanto hace nacer estrellas como crecer las plantas o generar y liquidar seres humanos sin cesar.

 

El Tristán es un culto a la noche y una aversión al día. La noche es hogar y patria del romanticismo.

 

Egusquiza en este lienzo. “La Vida. Tristán e Isolda”, refleja el mito del Amor de Tristán. El pintor recreó, puso en formas y colores la composición wagneriana. Su mitología, su amor, su tragedia. Estrechamente entrelazados: sensualidad, grandeza, refinamiento, sublime perversidad, populismo y sofisticación.

Dos amantes: Tristán e Isolda, en una danza ardiente y mágica, consagrada en los misterios más nobles y, a la vez, más inquietantes del romanticismo.

 

Los cuadros de este artista estudian la naturaleza del personaje e intentan transmitir su sentido y su estado anímico a partir de la expresión corporal. El pintor quiere que podamos entender al personaje, simplemente por sí mismo, al margen de todo lo que le rodea.

 

 

LA OBRA DE ARTE TOTAL

 

'¿Por qué ha de ser menos real lo que se siente de lo que se razona?'

Se han escrito muchos artículos sobre las ideas y las filosofías que influyeron o que se han visto reflejadas en la obra de Wagner. Seguramente todos tienen razón y quizás ninguno la tenga del todo.

Es muy importante entender que Wagner trata sus textos en forma parecida a la Tragedia Griega, más que a los dramas teatrales. El Drama es un género literario salido de la novela, a la que añade la 'interpretación', la plástica. La Tragedia griega (y el teatro dramático más puro, como algunas de las obras más profundas de Calderón, Goethe o Shakespeare) tiene una visión más 'religiosa', 'ideológica', del drama, centrándose en el desarrollo dramático de una idea a través de personajes. Wagner compone muchos de sus poemas aprovechando esa esencia intuitiva que tiene el Mito o las leyendas de origen remoto y popular.

 

Tristán no se pierde en razonar sobre el Amor y la Fidelidad, simplemente ama y sufre, y a través de su sentimiento nos permite intuir ese problema.

 

Cuando un humano acepta que su vida tiene como objetivo su elevación a Persona, acto jamás acabado, una lucha permanente entre las tendencias al Placer de lo superficial, y la Voluntad de Sobrehumanidad, es en ese momento donde se necesita a Wagner.

Héroe no es quién acomete actos extraordinarios sino quien acomete su propia vida como un acto contrario al Egoísmo. El acto heroico es un desplante de la Voluntad a la Utilidad, y siempre es un acto TRÁGICO.

 

LA TRAGEDIA COMO ESENCIA DE LA PERSONA

 

En lo trágico se narran los desplantes de la voluntad sobre el devenir de los hombres. En la Tragedia el Héroe se levanta y mira a la Voluntad que le insulta y lo persigue, está dispuesto a renunciar incluso a la voluntad de vivir por su Honor (su Voluntad de superación). El Héroe con ello no sólo redime sus culpas individuales, sino que nos enseña el camino de redención.

 

EL ARTE TRÁGICO

 

Todo lo que hemos expuesto hasta aquí nos lleva a entender que es lo que buscamos: una forma de alcanzar esa sensibilidad esencialmente humana que nos eleva y nos separa del egoísmo y que nos permite superarnos. Y ese camino está en el Arte, sólo en el Arte.

 

El Arte Trágico es, pues, pura Voluntad, pura Sensibilidad. ¿Dónde encontramos ese Arte sublime que habla al espíritu directamente y sin ninguna intermediación? Fundamentalmente en la Música.

 

“La música, aun siendo un lengüaje incomprensible según las leyes de la lógica, contiene en sí misma una fuerza persuasiva para hacerse entender, como no la tienes las mismas leyes lógicas” (‘La música del Porvenir’ dirá Wagner).

 

TRISTÁN

           

La figura de Tristán es un guadiana. Proteico romeo que aparece con diversos trajes en la  historia de la leyenda. Juglar que bailaba en torno a la Virgen María, señor que goza con la bella Isolda, hija del rey de Irlanda… Hasta que en 1210 aparece aquella adaptación de la leyenda de Tristán que no sólo fue decisiva para Wagner, sino que por cierto puede considerarse como la más valiosa de las composiciones escritas sobre este tema: 20.000 versos del alemán Godofredo de Estrasburgo.

Ideal caballeresco que reúne en torno a su figura la irremediable discrepancia que hay en toda vida, sujeta a la tensión entre la voluntad y el destino, la libertad y la necesidad y en cuyo origen persisten pues,y  de igual modo en el hombre, el placer y la desesperación. Un poeta que vaticina en muchas cosas la nueva Europa y que dio una dimensión distinta al tema de Tristán. A partir de él la epopeya se convertirá más y más en lo que Wagner vio en ella: el cantar de los cantares del amor libre y desenfrenado que está por encima de todo, que rompe con todos los mandamientos, realiza todos los sueños, pero sólo puede concluir con la muerte de los amantes.

 

Sin duda, la leyenda de Tristán e Isolda fue sólo una entre muchas historias de amor, que en aquel entonces circulaban por Occidente, pero probó ser una de las más bellas y, por añadidura, la más duradera.

 

Sobre el entronque del mito de Tristán y Wagner diremos que  hacia el año 1854, tuvo conocimiento Wagner de la gran obra de Schopenhauer: El Mundo como Voluntad y como Representación (1818). «Su influencia en mí—escribe en sus Memorias—fue extraordinaria, y ciertamente decisiva para toda mi vida». Y, en el mismo lugar, añade: «La seria disposición de espíritu a que me había llevado la lectura de Schopenhauer, fue causa, sin duda, de que buscase para mis sentimientos una expresión absolutamente extática, y así fue como concebí mi poema de Tristán é Iseo... Volviendo un día de paseo, tracé el esquema de los tres actos en los cuales pensaba encerrar la acción de aquel argumento. La obra quedó terminada en Agosto de 1859.

 

Aunque Wagner se inspiró, indudablemente, en el Tristan und Isolde (1200-1220) de Godofredo de Estrasburgo, trató el argumento, según su costumbre, de un modo libérrimo, reduciendo el drama a su expresión más sencilla. La misma sencillez del argumento, contribuye al efecto intensamente dramático y arrebatador de la música. No es posible concebir, en la esfera del drama lírico, nada más acabado y perfecto; porque tampoco es posible imaginar una leyenda más musical ni más humana. La esencia de la vida es el amor, porque éste constituye su causa y su razón de ser; pero la música, alma del mundo, es sustancialmente eso mismo: amor; y así una leyenda en que el amor llegue a su manifestación pasional más intensa, ha de ser por necesidad una leyenda eminentemente musical. El preludio de Tristán es una especie de «gemido cromático», y tal es, en efecto, puesto que nos hace entrar en el seno del sufrimiento amoroso, del Amor y de la Muerte, inseparablemente unidos, en concepto y en realidad, desde el principio hasta el fin de la partitura, iniciada por el solemne y profundo tema del Deseo.

 

 

El conflicto que constituía su tema, se ha dado siempre, y sus soluciones han sido también siempre idénticas. Para unos, Tristán, y todos los personajes análogos, son tipos de inmoralidad; para otros, el amor no debe reconocer otra ley que la propia, y nadie tiene derecho a oponerse a él. Los primeros invocan la fe jurada y el principio del orden social; los segundos, la santidad del Amor «padre de los dioses y de los hombres».

 

 

TRISTÁN E ISOLDA.

 

El amor invencible. Tristán e Isolda están unidos por un amor indestructible, aunque culpable e ilegítimo.

 

Tristán es hijo del rey de Leonois y Blancaflor, hermana del rey Marco. Es educado por Gorvenal, que le enseña a manejar la lanza y la espada, a socorrer a los débiles y a detestar la felonía. Se hace poco a poco maestro en tocar el arpa y en el arte de la montería. Isolda es hija del rey de Irlanda.

 

Cornualles, donde reina el rey Marco, tío de Tristán, está comprometida por un tratado con Irlanda. En virtud de ese tratado, Cornualles debe entregar a trescientos jóvenes y a trescientas jóvenes a Irlanda. El rey de Irlanda acepta, sin embargo, que esta obligación no sea cumplida si un campeón vence en combate singular al gigante Morholt, su cuñado. Tristán acepta el desafío y vence a Morholt.

 

Marco decide casarse con Isolda, la de los bucles de oro, y envía a Tristán a buscarla al país de Irlanda. El contrato es concluido rápidamente y la reina deja marchar a su hija, pero la maga confía a la sirviente Brangien, que acompaña a la chica, un filtro de amor que debe dar a beber a los esposos la noche de bodas. Brangien esconde en el barco la copa que contiene el filtro.

 

Durante el viaje de vuelta, Tristán e Isolda sienten el deseo de beber. Descubren la copa y ambos beben su contenido. Isolda bebió a grandes tragos y lo tendió a Tristán, que lo vació. La desgracia está hecha: un amor indisoluble los une.

 

 Conviene ahora pasar a estudiar las influencias ejercidas sobre Wagner en su creación del personaje de Isolda. Estas influencias son, en parte indirectas, en parte directas.

 

Las influencias directas ejercidas sobre Wagner durante su creación del personaje de Isolda son, a su vez, de dos tipos: unas, las influencias literarias directas, las otras los acontecimientos de su vida que han convertido al personaje de Isolda en la proyección de una de las mujeres a quien más amó. Las influencias directas personales, se refieren a su encuentro con el matrimonio Wesendonck dentro de un contexto de relaciones difíciles entre Richard Wagner y su primera esposa Minna. Es, pues, en febrero de 1852 cuando, según las propias palabras de Wagner “Otto y Mathilde Wesendonck entraron en su mundo sensible”. Mathilde tiene 23 años, es hermosa, de una belleza grave y melancólica, posee una mirada taciturna y profunda... “Sabeis vos lo que sucedió” escribe Wagner a Mathilde sobre la partitura de la sonata que compone para ella. Lo que sucedió fue una pasión amorosa nacida de una intimidad cada vez mayor que encontró su expresión sublimada en el personaje de Isolda. Entonces, ¿quién es la Isolda de Richard Wagner? Es la “proyección lírica” de Mathilde Wesendonck. Las exaltadas palabras que Tristán-Wagner le decía o le escribía se han transformado en magníficas y turbadoras armonías, expresión del deseo no saciado, especie de sueño transportado sobre el plano estético más que realidad de una experiencia vivida. Mathilde es sin duda alguna Isolda pero una vez acabada la partitura, quien existe es Isolda. Richard Wagner deja de pensar en Mathilde y acaba olvidándola.

 

La Isolda de Wagner es una heroína medieval que encarna el amor cortés. Cada uno de los dos amantes encuentra en el otro su imagen idealizada. Todo ocurre como si se hubiese enamorado de su propio reflejo. El segundo registro es el del amor caballeresco y el tercero el del amor cortés propiamente dicho que une al dominio de la dama, la perpetua búsqueda del goce y la imposibilidad de su realización. El deseo se acrecienta, los obstáculos y las pruebas se multiplican. La única posibilidad de realización la ofrece la muerte. La Isolda de Wagner encarna estos tres aspectos del amor cortés. Se trata sin duda de la Isolda de la leyenda y de la historia medieval.

 

 

 

Ante esta tragedia hace su aparición la pintura simbólica de Egusquiza. Pintor wagneriano y schopenhaueriano, su peculiar manera de tratar el tema wagneriano era, en cierto modo, poco habitual. Los cuadros de Egusquiza estudian la naturaleza del personaje e intentan transmitir su sentido y su estado anímico a partir de la expresión corporal.

 

Este cuadro, es una victoria del amor sobre la muerte, aunque sea, sobremanera, una despedida que cobra, aquí, forja de destino, piélago inapelable donde mueren los amantes. Pero lo eterno no es lo sólo lo que dura siempre, sino también lo que muere de una forma bella.

 

Ahora les pido que miren el lienzo e imaginen en él una ventana. Pues tras ella hay una despedida. Sopla el viento.

 

–Tristán, ¿puede el amor perderse contra el mundo?

–Isolda, ¿Puede la muerte arrebatarnos todo?

 

Amor, amor, ¿Quién llama?

¿Quién no ignora

si está la luz despierta? Y ¿Hay alguien? Sí, dos voces:

el medio cristal y el medio cielo,

la alcoba y su bosque, la yegua y su adagio,

el pecho y su estrofa.

Dile a la vida que no nos despierte. Dile viento, árboles,

cuerpos atravesados por claridad.

Amor, no lleva aire, amor va solo.

No nos pide una prenda.

Sucede, y eso basta.

 

 

Esto sucedió. Y esto sucede por todas partes del mundo continuamente.