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El arte que conecta

El Museo del Prado en Santander

13.11.2024 - 08.12.2024

MAS, c/ Rubio 6


Exposición

JOSÉ GALLEGO

Dibujos transitivos

25.10.2024 - 12.01.2025

c/ Rubio 6, Santander


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Iñaki Pinedo. "En la línea del horizonte"

26.11.2024 19.30h

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Evento/Talleres didácticos

Talleres didácticos

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Noviembre y diciembre en el MAS


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Jesús Pindado

JESÚS PINDADO

(Beranga –Cantabria–, 1948)

 

Periodista y escritor. Cursó la licenciatura en Ciencias de la Información en la Universidad Complutense de Madrid. Siendo redactor y columnista de El Diario Montañés, dirigió en 1985 la primera edición de los VIII volúmenes de La Gran Enciclopedia de Cantabria. Ha sido corresponsal de medios como Cinco Días, Pueblo e Imparcial. Es autor del libro sobre Pío Muriedas, Pío, pueblo y poema (1976). Durante varios años trabajó en la oficina de la CEOE en Washington.

 

Mi iluminación sobre Pancho Cossío (Niños con cometas)

Grato y cómodo me es reproducir -no literalmente- la intervención en el Museo de Bellas Artes que después convertí en un artículo en Cantabriacondifencial.com y ahora transcribo. Decía así en el escrito del 3 de marzo del 2005: “Ya aluciné. Ya está. Salvador Carretero y J. A. González Fuentes han querido incluirme en esto, en el bien pensado ciclo de las alucinaciones en el Museo de Bellas Artes, en el que se elige un cuadro de la institución y se elucubra para velar con alguna intensidad sobre las obras de ingenio. No me pregunten por qué elegí Las cometas de Pancho Cossío, a quien casi todos han conocido y yo no. Yo, de la mano de mi amigo Fernando Baños, conocí a una de sus hermanas, a Anita".

A continuación les hago un escrito de aquella conferencia semialucinada que no fue una lección magistral -decía en el artículo después- sino, más o menos, una alucinación, pero ahora que no ando con las metafóricas cometas ni en los periódicos..., esto no será exactamente como una película con satisfactorio closure o happy ending convencional, como si no pasara nada y no creyéramos en el neorrealismo de las oportunidades que parecen perdidas y no lo pueden ser a la larga: tampoco modernista open-ended disonante.

Empecé la alucinación con un moderado, irónico y simpático poema de Gerardo Diego, que fue amigo de Pancho; le dedicó el poema “Puertochico” del libro Imagen de 1922 (incluido más tarde en Santander, mi cuna mi palabra) y en 1930 le prestó 2.500 francos de aquellos. Amigos debían ser. Se titula “Creacionismo” y en el poema se pregunta si ya no hacían nada porque Dios había hecho el mundo, y no era mejorable, invitando a superar la pereza de no seguir viviendo en sábado y hacer el propio Génesis levantando de nuevo los propios mundos modelando lunes, martes, miércoles. Jueves, viernes. Todo por lo visto, menos el domingo.

Los poetas siempre son un buen asunto para empezar. Seguí con otro que se llama “Ultraismo poético” en donde no solamente habla Gerardo de “salto de trampolín/de la rima a la rama/brincar hasta el confin/de un nuevo panorama”. Sino también, más adelante, de repudiar lo trillado/para ganar lo otro... Eso diceÁngel de la Hoz -ausente de la charla- en uno de los buenos libros que Madariaga hizo con él sobre Pancho Cossío y que el cronista de la ciudad, generosamente como siermpre, me había dejado en el café: Que Pancho quería hacer otra cosa. Su cosa. Su pintura-pintura después de las clases con Rivero en Santander y con el sorollesco Cecilio Plá en Madrid.

Desde la quinta acepción de alucinar -que es confundirse y desvariar- a la cuarta -de padecer alucinaciones-, la tercera en lenguaje estudiantil es desear vehementemente. A lo mejor sin saberlo, yo siempre deseé una cometa. En mi pueblo jugábamos con una lezna, con un aro. con un palo con el cual simulábamos que era una moto. La segunda y primera acepciones son las más prometedoras y equívocas a la vez porque se refieren a sorprender o deslumbrar y ofuscar o seducir o engañar haciendo que se tome una cosa por otra. ¿Engañarles y aturdir yo a la audiencia con Celis, la Torner, Joaquín Martínez Cano, Juan A. Pérez del Valle, Luis Cortines y Manolo Barrigón presentes, entre otros? No, no hubiera sido posible ni digno de ese estrado museístico. Prefiero un poco de oscuridad al engaño, incluso a la hora de las cometas. Que se las lleve el viento si hemos de engañar a nadie pues a quien uno engaña es a sí mismo aunque se comprende que nadie puede manejar cometas contra los obstinados vientos. Ni Pancho Cossío.

Desde el lugar de la producción, el de los mensajes sígnicos y simbólicos de la pintura, o la esperada recepción alucinatoria, había que hablar allí del hombre y del artista. Vayamos con lo artístico. ¿Le influyó a Cossío Vázquez Díaz su amigo, o Anglada Camarasa?; ¿era cubista, postimpresionista o expresionista? Los tres y ninguno. Cossío era Cossío, pero estuvo muy atento a todo lo que ocurría en París, lo cual parecía intuir. El escultor Daniel Alegre venció la oposición familiar para que llegase a París en noviembre de 1923. El tuvo que salir el 16-V-1922 en La Atalaya para autodefenderse con el título “El arte rebelde de Francisco G. Cossío”, en donde confiesa que milita en el post-impresionismo. El nieto de Fernando Sáez, Carlo, decía en el Tenis que no creía tanto en los “ismos”, pero ahí están para estudiar, no es tan fácil zafarse de ellos o decir uno los sabe si luego no lo justifica bien.

Coincide Martínez Cerezo con Gaya Nuño en la similitud que le ve a Cossío con Turner, y se pregunta nuestro crítico murciano si pintar negro no será el vínculo montañés con Riancho y Solana. Buena pregunta; Antonio suele preguntar bien. Pancho quiso hacer una pintura regional pero universal a la vez, mucho antes de que Marcano hubiera inventado que somos y debemos ser cosmopolitas por fin. El cuadro que contemplábamos, había figurado en la exposición del Salón del Ateneo de Madrid en 1923 con Retrato de mi padre, Arlequín, Pierrot y Camouflage.

En julio del 1981 escribía Fernando Zamanillo de nuevo con motivo de la exposición homenaje del Banco de Santander en el edificio de Hernán Cortés, 9 en agosto de ese año, y ahondaría un poco más en la causa que motivó el escándalo ateneístico de tal cuadro junto a Torero atribuyéndolo a que Pancho, antes de hacerse postcubista braquiano parisino, en los veranos inmediatamente anteriores a las exposiciones de los años 21 y 22 había frecuentado bastante el inconformista círculo ultraísta del entonces joven y rebelde poeta Gerardo Diego, propugnador del simbolismo y el surrealismo, como a Ciria y Escalante. Por eso D. Gerardo es un vanguardista clásico y un clásico vanguardias que no deben mezclarse aunque se den en la misma persona.

Cité, en efecto, como es debido, a Fernando Zamanillo que dirigió ese Museo y tuvo también, por tanto, mucha oportunidad de observar detenidamente el cuadro que nos producía la alucinación… Al tratar de la Cantabria artística y del Museo de Bellas Artes de Santander (Ediciones de Librería Estvdio, 1981, p. 48-52), dice Fernando que Pancho, nacido en el seno de una familia de indianos en Cuba en 1894, hizo su primera exposición en El Ateneo de Santander en 1921 causando un gran revuelo y escándalo (“marimorena” según el también ex director Simón Cabarga, Apeles) por los planteamientos expresionistas y agresivamente coloristas que mostraba.

Nuestra ciudad de Santander ha demostrado alguna vez que es propicia a escandalizarse y no quiero recordar lo de las estatuas de la Caja de Ahorros. Ya Ramón S. Viadero distinguió el mismo día entre putas y prostitutas a propósito de su previa alucinación en torno a Solana. Algo de escándalo es inevitable. Y Zamanillo, en fin, tras indicarnos en el mencionado escrito que en París Cossío se dejó influenciar por el postcubismo, se referirá a la más significativa etapa de la vida artística de Pancho a partir de la antológica que realizó en el Museo Español de Arte Moderno en 1950. Sitúa este cuadro de niños con cometas entre los de juventud, aunque distingue los de figura como Segoviana y San Jerónimo y otros ya de creación y “hasta atrevidos”, pero haciendo pareja éste nuestro con el de Toreros.

No veo por qué no podía haberse incluido el de la Moza del cántaro con el primer grupo, pues si vio una Pancho también pudo ver a los chavales con cometas, o hasta tener una en su infancia en Renedo de Cabuérniga. Martínez Cerezo (en La pintura montañesa (Madrid, Ibérico Europea de Ediciones, 1975) le llama “musical pintor de puras tintas ibéricas”, captor de lo genuino de las cosas. Zamanillo dirá, sin embargo, que el pintor profundizará año tras año sobre una temática aparentemente insulsa, nada trascendente, insistiendo y poetizando sobre las pequeñas cosas cotidianas que hace valiosas y protagónicas por la luz y el color. Lo mejor es, entre uno y otro críticos, lo de evanescente y sensual, pendulante entre la figuración y la abstracción a partir del gris, color de la cultura en su tercera etapa, reticente y paradójico.

Hablamos un poco también de la persona, no solamente del artista que son los mismos pero suele separarse para dar explicación. A Cossío le gustaba parecer arisco y mantener imagen de “oso tosco y gruñón”, según poema de mi buen amigo Arturo del Villar que me entregó Juan A. Pereda para ayudar a la alucinación. ¿Le volvía más sordo, ciego y callado la timidez extrema como asegura Arturo, o era parlanchín interminable como dice Zamanillo?... Tozudo gruñón fascista y cascarrabias que ponía cara de ogro terrible y maniatado, dice afectuosamente del Villar en su poema. ¿Por qué pintaba aquel hombre cojo que tenía joroba y estrabismo y a quien involuntariamente dañó su madre cuando era niño?... Relata bien Benito Madariaga el lamentable accidente: Un año después de regresar a España, cuando corría detrás de su hermana Anita, su madre hizo un movimiento y le apresó el pie con la mecedora en que estaba sentada originándole un derrame sinovial. Pintaba Pancho como respiraba, me temo; seguramente para vivir y sobrevivir.

Tuvo además un segundo accidente con un caballo asturcón que le había comprado su padre. Y a los 8 años todavía no sabía leer. Le regalaron una caja de lapiceros de colores, lo que le hará decir que fue pintor por aburrimiento. Por ser cojo. Un libro de la Caja de Ahorros de Navarra, del centro de Cultura Castillo de Maya en Pamplona, con motivo de una exposición entre el 25 de febrero y el 31 de marzo de 1999, parte del aforismo de Georg Christop Lichtenberg, que dice: “Los hombres más sanos, más hermosos y mejor proporcionados son quienes están de acuerdo con todo. En cuanto se padece un defecto se tiene una opinión propia”. (“Guripas” llamaba Pancho a los jóvenes, que mantienen el orden o son pillos). Pancho tenía opiniones y lápices de colores por lo que no debía aburrise.

Traté en el museo, cómo no, de la cometa, el barrilete en Argentina o el papalote en México. Recordé incluso un bello cuento del portorriqueño René Marqués sobre la chiringa, que acaba infelizmente en alambradas americanas. Comenté también una buena página de Nidia Cobiella en internet, en donde se señala lo que hizo a fines de la década de 1740 el polifacético Benjamin Franklin (1706 - 790), quien, investigando rayos y relámpagos sacó conclusiones sobre su forma eléctrica, en torno a la carga eléctrica estática y el fluido que forma la electricidad, y luego inventó el pararrayos.

Dentro de la alucinación, divulgativos, también recordamos cómo Alexander Graham Bell se ocupó de estudiar fenómenos naturales con cometas y durante más de cuatro décadas investigó con las celulares (dos o más cajas unidas pero con los extremos abiertos) para medir la velocidad del viento, la humedad, la presión atmosférica o la temperatura. (Recordar no es, sin embargo, alucinar). Vimos, en fin, que lo lúdico no es lo científico y que, salvo acaso Seurat y otros pocos, la pintura no es científica como decía Gombrich, que prefería, casi como los periodistas, las cinco uves, el qué, el quién y el cómo. Aunque no se comprenda que la cometa puede no exigirlas a poco que se requiera la colaboración del lector en el caso de las cometas escritas, pues el lector no es tonto; hay lectores y contempladores estéticos a quienes les gusta colaborar. Es lo más contemporáneo. Hasta el en cine el closure es menos frecuente en Hollywood que antes, y más después de que afectara el Art Cinema europeo. (No he tenido ocasión de decirselo a mi amigo Manuel A. Castañeda que se iba a un crucero...).

Aunque aludimos en el museo a la iconografía y la iconología, preferí concluir con la opinión que en Cantabria daba Demetrio Gascón Martinez, profesor y pintor, en la publicación Crear en Cantabria (Facultad de Filosofía y letras, Tercer 1985, en 1984) que empezaba con otra cita poética de Gerardo Diego, que dice así: Por el valle de Toranzo/ canto y pregunto a la luna/ ando buscando una cuna/ que alguien me hurtó y nunca alcanzo. Lo mismo hubiera dicho una cometa, aunque Pancho las pone en plural.

Más que a alucinación suena a ilusión, que es percepción errónea de estímulos externos reales. Pero no se trata tanto del iluso engaño de los sentidos, como de la esperanza cuyo cumplimiento, según reza otra acepción, parece especialmente atractivo o incluso viva complacencia en una persona, cosa o tarea, etc. Alucinaciones e ilusiones se mezclan, aunque no debamos hacerlo. Así empieza uno con la cometa al viento, pero no puede estar toda la vida pendiente de por donde viene el aire, que es cansadísimo correr y más difícil de lo que uno espera. Que me lo digan a mí que no pinto como Cossío, aunque no ande por ahora cojo y sin otra oportunidad que la del aburrimiento.

Gascón lamentaba la falta de reconversión de artes y oficios y también destacaba el mantenimiento de la Escuela de Arte de Torrelavega, gracias a la iniciativa de Pisano retrotrayéndose, además, a los mejores tiempos de la Escuela Altamira de Reguera Sevilla y a su poder de convocatoria. Yo no lamenté nada en el museo. Aluciné como Dios manda distinguiendo entre alucinación e ilusión -que no es fácil- y sin caer en coma diabético. Barry, Manolo Barrigón -que arbitrariamente me aprueba o rechaza- dijo que estuve bien, pero que di tres conferencias en una y pronuncié mal el apellido de Turner. Una pena que no estuvieran Ángel de la Hoz o Helio Gogar para conocer sus opiniones.

La Escuela de Altamira de Joaquín Reguera Sevilla, que reunió y determinó un poder de convocatoria sobre las gentes más en vanguardia en la plástica plena de inquietud y aciertos, fue debidamente mencionada. En la etapa que enjuicia el mencionado Gascón, destaca el aliento del ayuntamiento santanderino cuando estaba Zamanillo (al parecer reacio ahora a que le entrevistemos...) que sacó al Museo de su languidez. Elogió Gascón a la Fundación Santillana; pero lamentaba la falta de reconversión de artes y oficios y destacaba el mantenimiento de la Escuela de Arte de Torrelavega por iniciativa de Eduardo Pisano.

Me hubiera gustado estar en el Pabellón español de la Feria Mundial de Nueva York en 1965, cuando Cossío, ya definitivamente triunfador, expuso en toda una sala. Cossío había muerto el 6 de Enero de 1970. Yo no había llegado todavía a visitar con asiduidad la ciudad de los rascacielos, como haría después desde Washington DC por años. Uno alucina en todas partes y más si se consigue, como hicimos, llevar la pintura cántabra y, por tanto, representación de Pancho Cossio a las dos ciudades. A una ciudad en la que tampoco podré olvidar la alucinación que produjo una retrospectiva de Velázquez que me había anunciado el elegante y amistoso Cónsul General -tan amigo de Ramón Sota, golfista y caballero de Pedreña- Miguel Aldasoro.

¿Qué es ser santanderino y cántabro o montañés?... El murciano Antonio Martinez Cerezo -que no es menos santanderino después de tantos años entre nosotros con su labor sistemática de crítico- no alucina exactamente cuando ha contado que vino a Cantabria Francisco Gutiérrez Cossío con un año, nacido en 1898, a la patria chica espectral, y se autobautizó tan pronto como pudo llenándose de agua cántabra -comenta novelescamente el escritor- los cuencos y, vertiéndola sobre su cabeza, dijo: quiero ser santanderino. El vínculo de la voluntad es más meritorio en este caso que el de la sangre, aunque se les olvide a primarios exclusivizadores de las interpretaciones de campanario. Que los hay.

Recorrí en esa charla alucinada del museo con apresuramiento algunas páginas ajenas entreveradas de admiración a Pancho Cossío, nacido en 1894 en San Diego de los Baños en Cuba, partiendo de 1896 cuando sus padres, Genaro Gutiérrez y Gutiérrez, de Fresneda, almacenista de tabaco en Pinar del Río, y su madre, Casimira Cossío y Mier, de Terán -ambos cabuérnigos- volvieron a la tierruca cuatro años antes del armisticio final entre la isla antillana y España por la guerra con Estados Unidos. Mandaron por delante a dos de sus seis hijos, María y Genaro, y llegaron con los otros cuatro al solar cabuérnigo en donde se instalaron hasta 1909.

Fui añadiendo opiniones propias -no poéticos vuelos oscuros- y connotaciones líricas aniñando la memoria en lo posible frente a las actuales preferencias expresionistas, después de haber pasado por las bellezas de la luz y el impresionista fugitivismo instantáneo que nunca nos ha hecho ver viejos o superables a los eternos Caravaggio o Vermeer... Con cuidado anduve por la alucinación visual que implica, al parecer, ver imágenes estructuradas, por ejemplo personas, o imágenes informales, incluso destellos de luz como cuando nos hicieron mal unas gafas en la óptica. Algo distinto a la diplopia que también nos “atacó” un día en la carretera, viniendo justamente de ver una de las exposiciones en el Guggenheim de Bilbao. Después, peor todavía: cuestión neurológica, no oftalmológica... que atacó perfectamente el Dr. Pascual.

En la ciudad de Santander, siguiendo la obra titulada Recopilación de los diferentes catálogos editados con motivo de las exposiciones de pintura realizadas por el Banco de Santander, de marzo de 1976 a octubre de 1981 (Banco de Santander, 1983, pp. 330-358), se narra cómo la familia de Pancho se instaló primero en la calle Daoíz y Velarde y luego en Gómez Oreña, y cómo iba el pintor a las clases de Francisco Rivero hasta que cinco años más tarde se fue a Madrid y atendió las mencionadas clases del sorollesco pintor levantino Cecilio Plá, en cuyo taller conocería a Francisco Bores, con quien se reencontraría en 1923 en París. París no es mal sitio para reencontrarse.

En efecto, Pancho Cossío, según cuenta Madariaga, estuvo inmerso en todos los movimientos culturales y no fue ajeno, como indicábamos anteriormente, a la introducción del ultraísmo en Santander En la segunda exposición hubo mayor división de opiniones: mientras Ángel Espinosa le supone influido por Vázquez Díaz, en La Atalaya, y apostando por él como “promesa de logro seguro y tal vez inminente”, otros le atacaron por atentar a la pintura y al sentido común, y Apeles, José Simón Cabarga, le auguraba buen porvenir. Señala también que el arte es universal, pero que cuanto más arraigado esté a la tierra que lo crea, tendrá más fuerza emotiva. Ángel de la Hoz extractará la opinión y el deseo de Pancho de fundar un arte regionalista en el que cada cual aporte los materiales que buenamente pueda dar, pues no cree que el universalismo y el regionalismo sean antagónicos. Pide a quienes le llaman ultraísta y otras cosas que se asomen a Los Pirineos y contemplen el panorama estético de Europa.

Cossío tenía algo de soñador niño primario, dirá Zamanillo cuando se refiere al mantenimiento de su amor por sus hermanas María-Cristina y Ana-Rosa Gutiérrez y amigos de Santander a pesar del distanciamiento que se produce al irse quedando en Alicante por razones sentimentales (las razones sentimentales fueron, al parecer, Isabelita Cobo), pero no se puede negar que es un gran pintor local, regional, nacional y universal. No un guripa. Algo tiene su cometa que nos hace pensar que no hay closure definitivo, aunque así lo crean quienes no saben mirar, o piensan que no colaboran espectadores y lectores, porque piensan que las construcciones narrativas no revelan las consecuencias de lo que exponemos o describimos, aunque sea al viento fugitivo de la vida efímera provincial. Todos debíamos de ser un poco modernistas, yo creo, alucinando algo para bien.