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El MAS reabre sus puertas después de las obras de reforma con una selección de sus mejores obras.
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Viernes 24 de noviembre de 2023
ALEJANDRO GAGO
(Santander, 1927-2011)
Uno de los poetas fundamentales del último medio siglo en Cantabria. Fundó y dirigió la revista El gato verde. Entre sus libros están Por la misma senda (1949), Prisionero del tiempo (1951) Cuatro dioses (1955), Los pasos detenidos (1959), Las estrellas que Dios manda (1962) Por la misma senda (poemas traducidos al francés) (1963), Llanto por un hecho cotidiano (1978), Sombra creciente (2005). Su poesía figura en distintas antologías, como Panorama poético español de Luis López Anglada, Antología de la poesía montañesa de Miguel Ángel Argumosa, o Poesía del medio siglo en Cantabria (2006) de Manuel Arce.
Manuel Gómez Raba, creador de mundos
Siempre he creído que Manuel Gómez Raba, era como un gran mago, un creador de universos, que de un crisol en el que bullía y palpitaba la materia sacaba mundos en donde el color era como un rebullir de estrellas, de fuego intenso. Como un nuevo Prometeo había robado el fuego a los dioses para domarlo y fundirlo en su obra.
Sus cuadros asemejan mundos nuevos en formación; o mejor aún, trozos de galaxias arrancadas del sueño infinito del artista. De unos sueños en donde el horizonte es una raya de lejanía cósmica, a muchos años luz del viajero en el tiempo, del descubridor de mundos, del creador de inquietudes que es Manolo Gómez Raba.
Y para realizar su obra todos sus materiales valen: Los restos de un naufragio, el retal de una puerta de caoba dormida en los años; un puñado de arena, residuo de los siglos, arrebatada a una playa en donde las manos del artista se han cruzado con las manos de un Saturno que nos devora, y que Manolo Raba intenta retener en sus cuadros, haciendo que en su obra quede parado para siempre.
Todo vale para crear. Todos los materiales tienen una historia que contar. Sólo se necesita el brujo, el mago que sepa descubrirla e incorporarla a la historia de su arte. Para crear mundos no vasta el fuego, ni el impulso de la palabra secreta que abra la roca; ni siquiera el trabajo, indispensable para fraguar toda obra. Es preciso el alma del artista. El motor que hará de carne el mundo onírico del pintor.
El alma y el trabajo, el duro trabajo en el caso de Raba. Y el trabajo para Manolo era impulso creador y esclavitud. Me acuerdo de unas palabras que me dijo hace treinta años en una visita en su taller:
“ Trabajo de diez a ocho horas diarias; mi trabajo es como el de un obrero, tengo que realizar un gran esfuerzo físico, al igual que cualquier obrero”.
Contemplando la obra del pintor se ve muy bien que esto de las delicadas pinceladas no iba con él.
La imagen estereotipada y manida de un pintor ante un caballete y una tela, manejando “alados pinceles”, como dijera el poeta, hacía mucho tiempo que había desaparecido del mundo de Manolo Gómez Raba.
El poeta extremeño Gabriel y Galán, da toda fuerza de creación al trabajo cuando dice:
“ Y gloria a ti, o fecundo
sol del trabajo,
alegrador del mundo.
Que sin ofensa a Dios
que fue el primero,
bien te puedes tú llamar segundo
creador del mundo entero”.
Creo que nuestro artista hubiera estado de acuerdo con el poeta.
En cuanto a la elección de los materiales para su revolucionaria creación, siempre he encontrado un cierto paralelismo, aunque su realización sea bien diferente, entre la obra de Raba y otro gran pintor. Me refiero a Jackson Pollock, quien también como Raba, abandonó los caminos trillados y fáciles, buscando nuevas formas de expresión.
Dice Pollock en uno de sus manifiestos: “Cada vez más abandono los utensilios clásicos de los pintores; prefiero la espátula, los cuchillos, los colores fluidos y que gotean o bien, una pasta compuesta con arena, vidrio triturado y otros materiales inusitados”.
Hasta aquí el paralelismo de los dos grandes pintores; en sus ansias de libertad y renovación, pero en una obra final totalmente diferente y en los dos genial.
En la obra de Raba la materia se retuerce en inútil resistencia para caer “domada” por la mano de su creador. Hay una lucha constante y brutal por “amansar” las formas en una pintura que participa de la escultura y de la arquitectura. ¿ Pintura, escultura, arquitectura ?.
El mismo artista nos dijo: “ E s difícil separar, en una obra moderna y auténtica las fronteras que, de siempre, se han dado como formales dentro de las artes plásticas. Toda obra de arte tiene una arquitectura que le es propia. Aunque independientemente de esto mi obra posee unas características que la hacen complementarse dentro de un complejo arquitectónico”.Y más adelante:
“ Ya estoy en el camino que quería. Ya he superado las distintas etapas de la duda, el encuentro de modos de decir, la proyección justa hacia mi propia meta. Es difícil separar, limitar.”
¿ Pero como podemos definir una obra de arte teniendo en cuenta que “ toda definición es siempre una limitación” ?
Unos versos de Rubén Darío, nos servirían para retratar la obra de Raba:
“ …. Aquella fabulosa arquitectura
formada de prodigios y visiones…
…. Hierro y piedra primero y mármol pario
luego, y arriba mágicos metales”.
Porque la obra de Manolo cuando la luz la baña, parece rebrillar en “ mágicos metales”.
El autor puso su vida en ella, en su obra, sin retórica y con dolor. Es posible que sintiera, como expresa José Hierro en el soneto que abre su libro “ Alegría”:
“ Llegué por el dolor a la alegría”.
Pero creemos que el dolor, retorcido, como un olivo centenario, se había aferrado a su vida y a su creación. Y sigo con versos del poeta nicaragüense:
“ La tierra está preñada de dolor tan profundo
que el soñador, imperial meditabundo,
sufre con las angustias del corazón del mundo”.
Han pasado los años. Y yo sigo viendo a Manuel Gómez Raba como un hacedor de mundos. Hay en su obra como una captación de las edades primeras del planeta tierra. Más allá de la prehistoria soñada del hombre:
“ Cuando el hombre no sabía
si nacer fruto o flor”.
Cuando el mundo en formación se retorcía en la materia y la vida era un sueño en la mente de Dios.
Han pasado los años. Hace muchos que el pintor ya es oro en todos los átomos y agua en todas las aguas. Canción en todas las primaveras. Sueño en todos los caminos. Y aunque se haya diluido en esos mundo que él intuía, su obra nos le recordará siempre como un luchador por conseguir formas nuevas en donde reflejar la belleza y ofrecérnosla en comunión por captar un universo que él sentía ardiendo dentro de si mismo y que era tan real como el que le circundaba y le contenía.
Su obra que apresa en lo más profundo, vibrando, eternamente, su alma.