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Viernes 24 de noviembre de 2023
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Documento de trabajo del MAS que desde mediados de los noventa del siglo XX se desarrolla y actualiza de acuerdo a los nuevos contextos.
DÁMASO LÓPEZ GARCÍA
(Madrid, 1953)
Decano de la Facultad de Filología de la Universidad Complutense de Madrid. Traductor y ensayista. Ha publicado libros de teoría de la traducción (Sobre la imposibilidad de la traducción, 1991; Teorías de la traducción, 1996), de ensayo (Ensayo sobre el autor, 1993), y ha traducido y editado obras de autores como Lytton Strachey, Virginia Woolf, Joseph Conrad, T. S. Eliot, Seamus Heaney, Philip Larkin... Colabora habitualmente en revistas literarias y de investigación sobre temas de teoría de la literatura y de literatura española e inglesa. Ha escrito sobre artistas y escritores cántabros como Eduardo Gruber, Gerardo Diego, José Hierro o Manuel Llano. Es autor del libro Cinco siglos de viajes por Santander y Cantabria (2000).
A, Abeja, Amor, Aro, Arruga, Azul, ...
...de Eduardo Gruber. Un dibujo sobre papel entelado que representa, ¿representa?, una letra, la primera letra del abecedario, la letra A. Esta letra ocupa todo el alto de la obra y llega, desde la izquierda, algo más allá de la mitad del dibujo. Al decir representa cualquiera podría imaginar que se usa este verbo con el mismo sentido con que usaba en el pasado. Podría pensarse que se usa de la misma forma tranquila y aproblemática mediante la que se dice o se decía que el cuadro de Las lanzas representa la rendición de Breda. No es así. La propia idea de representación se cuestiona en este caso a través de una representación.
El arte moderno, singularmente, es un arte difícil de interpretar, es un arte en el que las nociones de complejidad o de dificultad no han hecho sino ganar espacio durante el último centenar de años. Hay un arte moderno naive, pero incluso ese arte es problemático. Lo ingenuo no es cosa que pueda explicarse sino en su relación con otras manifestaciones artísticas que hacen del concepto de dificultad la piedra angular del edificio conceptual del arte. Es la dificultad lo que define el arte contemporáneo, lo que lo constituye.
El dibujo de Eduardo Gruber que inspira estas palabras pertenece a esta clase de arte, al arte que no se rinde con facilidad, al arte que exige del espectador no sólo saber ver, sino saber construir algo con lo que ve. Un dibujo de generosas dimensiones, 160 x 260 centímetros, muestra una letra, la letra A, que ocupa buena parte del espacio del cuadro y comienza en su asta montante izquierda como si la hubiera dibujado un delineante, mientras que el asta montante derecha y la barra parece como si se le hubiera dejado su ejecución, para que completara el dibujo, a un niño que no hubiera empezado todavía sus primeros ejercicios de caligrafía. No es tan interesante acaso conocer las motivaciones del proceso, de la extraña forma en que lo que había comenzado con el primoroso cuidado de un profesional concluya con los titubeos de quien no domina los rudimentos de la caligrafía. Es más interesante quizá examinar el orden del orden. El dibujo establece una secuencia, la secuencia izquierda derecha, la secuencia que deja una imprecisa mancha de oscuridad a la izquierda mientras que a la derecha se establece un orden que en una mancha blanca deja como flotando cosas y conceptos como Abeja, Amor, Aro, Arruga, Azul, todos ellos representados de varias formas. La oscuridad, que exhibe un contrapunto de luz en un círculo blanco se opone, como paso previo, a un espacio de claridad donde se supone que reina el orden del abecedario.
Es este orden lo que reclama la atención del observador. El propio orden está vinculado a la capacidad del espectador para extraer sentido de lo que ve. La letra A apenas se intuye, pero a pesar de la impericia de la representación se abre paso la idea de que se trata de esta letra y no de ninguna otra cosa. Este reconocimiento es el que funda la idea de un orden que, en el fondo, descansa en la más pura arbitrariedad. La creación del sentido se impone a pesar de que lo representado incumpla alguna o muchas de las reglas de la verosimilitud.
Para darse cuenta de la pura arbitrariedad de la que se extrae el orden del que se extrae el sentido no hace falta sino visitar siquiera sea fugazmente al sistema de clasificación de una cultura ajena a la occidental. ¿Cómo se buscan las palabras en un diccionario chino? Se sabe que los ideogramas chinos constan de trazos y se sabe que los ideogramas ocupan, más o menos, la huella de un cuadrado. Los diccionarios chinos pueden organizarse de varias formas, de forma semántica, a través de los trazos y a través de la fonética. El sistema más popular sigue siendo hoy el diseñado en el siglo xviii, en el cual un número de radicales, doscientos catorce, que son partes del ideograma, abarcan la representación de todos los ideogramas, hasta alcanzar el número de cuarenta y siete mil de éstos. Deben conocerse los doscientos catorce radicales, para buscar los ideogramas correspondientes en el diccionario. Quien busca una palabra debe identificar un radical, tras lo cual deberá contar el número de trazos que faltan para completar el ideograma. En la entrada del radical, en el que se ordenan los ideogramas que dependen de él por orden creciente de trazos, tras hacer el correspondiente cálculo, hallará la palabra que busca.
La costumbre y el orden reúnen objetos heterogéneos; los diccionarios, también. Las palabras que se reúnen en el dibujo de Eduardo Gruber no son menos heterogéneas entre sí que las palabras que reúne el abecedario bajo la letra A; tampoco son menos heterogéneas que el resto de las palabras que reúne el diccionario. A su vez, el diccionario es una manifestación del orden que, precisamente, aceptamos como el orden, pero que, no ya en el fondo, sino también en la superficie, en la superficie del dibujo, en este caso, no es sino la reunión fortuita de objetos en el campo de la atención humana. Ese espacio que se lee a la derecha de la letra A del dibujo de Gruber parece como si hubiera hecho el viaje del caos al cosmos, pero en ese firmamento que señala la letra A cada insignificante objeto, cada insignificante palabra, aparece flotando en medio de un fondo de incomprensión. El análisis del orden deconstruye el orden, muestra sus deficiencias, sus pretensiones, su imposibilidad; muestra lo que le debe al azar. La pregunta por el orden es la pregunta también por el sentido de la representación. El dibujo de Eduardo Gruber crea las condiciones para que quien se enfrente con él se pregunte por la forma en que conceptos como «orden» o «representación» gobiernan el mundo que construyen los seres humanos.