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Documento de trabajo del MAS que desde mediados de los noventa del siglo XX se desarrolla y actualiza de acuerdo a los nuevos contextos.
LUIS ALBERTO SALCINES
(Santander, 1952)
Escritor y profesor. Ha colaborado en numerosos trabajos sobre arte y literatura en revistas culturales y medios de comunicación diversos. Entre sus libros destacan: El arte como comunicación (1977), Poetas de Cantabria hoy (Puntal, 1977), Poetas de Cantabria en el aula (Ediciones Tantín, 1996), Todas direcciones. Últimas voces poéticas de Asturias ( Ámbito, 2002) y Voces poéticas de Cantabria (1977-2004) (Devenir, 2005).
Pintura encontrada (Sketches)
El título de la obra que voy a comentar es Pintura encontrada. Su autor es Mario Rey, nacido en Torrelavega en 1966. Está realizada entre los años 1996 y 2001.
La obra está constituida por 72 piezas formando un políptico rectangular de 8 unidades de alto y 9 de base. Son fotografías realizadas por Mario Rey de pinturas extendidas sobre distintos soportes del ámbito cotidiano y si bien pueden funcionar individualmente adquieren todo su sentido en una disposición como la presentada, formando polípticos, aunque pueda ser variable el número de piezas o la forma del mismo.
Me gustaría explicar, en primer lugar, por qué he elegido esta obra para comentar. Por un lado, porque relaciona la pintura, de la que tanto se está hablando acerca de su muerte, de su agotamiento como lenguaje de expresión artístico, con la fotografía, tan de actualidad, por otra parte.
En segundo lugar, por ser una obra actual, que refleja muy bien el contexto social, físico e intelectual, que provoca o favorece la producción artística en este momento.
Y no puedo ocultar una tercera razón a la hora de elegir Pintura encontrada, un guiño más, como broma o anecdótico si se quiere: ser un artista de Torrelavega el que la ha realizado.
A la hora de acercarse a la obra no es baladí fijarse en el título. Lo repito, Pinturas encontradas, un título que alude a un cierto paralelismo en la actitud creativa al de los escultores y artistas poveras que integraban en sus obras los objetos pobres encontrados. En este caso hablamos de pinturas encontradas.
¿Pero encontradas dónde?. En el ámbito cotidiano, urbano fundamentalmente. Son las pinturas que se extienden por suelos, paredes, puertas, ventanas, vehículos de transporte: autobuses, vagones de trenes, mobiliario urbano: buzones, kioskos, vallas, etc. Diferentes soportes para diferentes significados: las señales de tráfico horizontales pintadas en el suelo o las verticales, los grafitis improvisados en las paredes, los tatuajes o pinturas maquilladoras sobre el cuerpo humano, ... Y tantos otros.
Por lo general son pinturas en espacios abiertos y urbanos. Pero espacios sin gente. Hay huellas que remiten a la presencia de personas: por el lugar, de tránsito en muchas ocasiones, de actividad suspendida en otras; por la funcionalidad del soporte y el mensaje del mismo, pero a nadie vemos: ¿quién y cuando llevaron por última vez una carta a ese buzón?, ¿dónde están ahora los niños que jugaban en ese patio, en esa cancha deportiva?, ¿dónde están los que bajaban por esas escalera, los ancianos que sentaban en ese banco?, ¿quién vivía detrás de esa ventana cegada?, ¿de qué era la tienda que está cerrada?. El espectador se pregunta por las vidas de quines han habitado esos espacios.
Espacios sin gente. Y espacios de silencio.
En algunos casos pensamos que no es la hora adecuada para encontrarlos: determinados rincones de una ciudad un domingo por la tarde, un día de vacaciones de agosto o de Semana Santa, pero en otros pensamos que se han ido, que han convertido ese espacio en un ámbito de abandono o marginación: son los espacios de la desolación, de la suciedad.
Y entonces aquellas pinturas se convierten en mensajes para nadie, inútiles en cuanto a la función para la que habían sido creadas.
Son espacios sin una iconicidad específica, arquitecturas urbanas sin valores emblemáticos, sin señas que los identifiquen de un modo especial: es un espacio concreto y son todos. Son los no lugares.
El protagonismo principal es de la línea. Recta la mayoría de las veces pero también la encontramos trazando regulares curvas.
Unas veces predomina lo geométrico, lo normativo, líneas, pinturas que inducen a cumplimientos, marcan acotaciones, señalan límites, ...Otras veces adquiere más protagonismo lo gestual, lo expresionista, más vibrante y enérgico. Las primeras remiten a lo analítico o racional, las segundas a la improvisación o la espontaneidad.
Las hay también que combinan lo geométrico con lo gestual, lo normativo con la trasgresión: sobre las señales que obligan las pintadas de protesta, las llamadas a la heterodoxia o la rebeldía.
Las hay barrocas, otras son más desnudas. Las hay abstractas, otras son más figurativas: las primeras nos interrogan sobre sus límites, de dónde proceden, cómo continúan, qué significan, queremos conocer, completar, ampliar los límites de cada pieza.
En otras, las figurativas mismas, en algún caso nos plantea la ambigüedad del espacio representado: dónde está, qué es, ... En la mayoría de las fotografías de Mario Rey no se ven los edificios completos, ni grandes perspectivas urbanas, son los detalles que están a la altura del ojo humano, del objetivo de la cámara de Mario Rey.
Muchas veces al espectador le da lo mismo, se queda con la combinación de formas y colores, por lo general vivos, con las texturas visuales que hacen referencia a los múltiples soportes sobre los que se han realizado. Otras veces quiere saber más.
Algunas piezas nos recuerdan cuadros de Tápies: esas paredes blancas con manchas ocres; de los expresionistas americanos como Pollock: cuando vemos los escurridos, los chorreados y goteados, las salpicaduras sobre paredes o puertas; del francés Daniel Buren: los pasos de cebra sobre el asfalto evocan las bandas verticales bicolores suyas; a Vasarely en las composiciones geométricas de color, o a Rothko en aquellas que nos ofrecen contrastes de luz; o a los decollages del italiano Rotella cuando Mario Rey fija los desgarrones producidos por la lluvia, el viento, el sol sobre los carteles que sobreviven de las últimas elecciones, del último circo que llegó a la ciudad, la última actuación del grupo rokero de moda o las ofertas maravillosas con que la publicidad trata de seducirnos impenitentemente desde las paredes.
En algunos de estos casos son fácilmente apreciables los procedimientos y tratamientos pictóricos, artísticos utilizados que permiten establecer el paralelismo.
Porque lo que hace Mario Rey es fijar con el objetivo de su cámara aquellas imágenes del espacio urbano que nos rodean, que pueden pasar inadvertidas a una mirada apresurada, unas imágenes que el azar en muchas ocasiones ha compuesto, otras han sido deliberadamente compuestas por el hombre. Pero nunca Mario Rey interviene en las pinturas encontradas. Mario Rey nos recuerda la serie realizada por Sol Lewitt en 1979 En las paredes del Lower east side.
Y como antes decía, no las representa en formato o composición extensa sino fragmentada y fijando el detalle.
Son, en definitiva, combinaciones de formas y colores, sobre escenarios, fondos urbanos, que representan metáforas, alegorías de la Metrópoli actual, viva, llena de códigos y lenguajes que se combinan, se contraponen, se yuxtaponen, que reclaman nuestra mirada, nuestro oído casi.
En algunos casos está presente el humor, especialmente en los grafitis: textos de una firmeza reivindicativa, de una escepticismo anarquista, de una provocación emitida por los militantes de las tribus urbanas más jóvenes, pero podemos encontrar asimismo en ellos un cierto lirismo, ...Conviven con la ambigüedad de un signo o de un emblema personal a modo de logotipo o seña de identidad en un intento de afirmación personal: ¿Se acuerdan de El Muelle, personaje madrileño de los ochenta, buscado incluso por las empresas publicitarias en un intento al fin imposible por integrarle en el mercado, y caso insólito de integridad al rechazarlo?.
Esto último nos lleva a la autoría de las pinturas. ¿Quiénes las han realizado?. En unos casos son profesionales o empleados que están desarrollando su trabajo: tatuajes, señales de tráfico, etc. En otros son desconocidos pintores que espontáneamente improvisan manchas, grafismos, con mayor o menor intención. Tanto unos como otros remiten a la idea del autor anónimo.
En algunos casos, se produce una superposición en la autoría. Al estar las pinturas en espacios públicos, están abiertas a la yuxtaposición de improvisados autores. Sobre una pintura, otra; sobre los colores, formas, composiciones de un autor, otro que entra en un diálogo o contradiálogo. Se mezclan lenguajes, intenciones, y la obra adquiere un carácter de pieza permanentemente haciéndose.
Al mismo tiempo, por las razones antes mencionadas de estar en espacios abiertos, los efectos producidos por los elementos naturales: lluvia, viento, sol, ... produce un efecto de variabilidad en la propia obra al ir modificando texturas, tonos de color, etc. Hasta llegar incluso al desaparición de la obra, lo cual nos lleva a lo efímero de las mismas. La vulnerabilidad de las obras expuestas a los elementos naturales: lluvia, sol y viento, las intervenciones accidentales o deliberadas de las personas: aquel niño que no resiste la tentación de tirar de la esquina del cartel que ha empezado a despegarse, el paso del tiempo nos lleva a la desaparición de la misma. Como las obras de tantos artistas conceptuales (land art, body art, ...) la fotografía documentará la experiencia.
Algunas de las pinturas retratadas por Mario Rey remiten a esos dibujos espontáneos que realizamos cuando estamos en una reunión, cuando estamos hablando por teléfono, cuando estamos esperando; más pensados unos, más espontáneos otros.
Realizadas con distintos procedimientos en función del soporte: brochas, esprays, rotuladores, tizas, ...
Tienen todas una composición que remite en cierto modo al dinamismo del vídeo clip y de la publicidad: vértigo y sucesión de imágenes. Si tuviera que pensar en una música para ellas desde luego que elegiría Koyaniskasky de Philip Glass. Y por supuesto me acordaría de la película del mismo título.
Acabo con unos textos del propio Mario Rey: “Salgo a la calle. Mi pensamiento está ocupado en otras cuestiones, pero mis movimientos siguen siendo automáticos: sigo el camino de la acera, me paro frente a las bandas del paso de peatones; las señales, mensajes abstractos tan llenos de contenido, dirigen mi movimiento. Como flashes, tantos lugares reclaman mi atención: sitios marginales, anuncios comerciales que muestran, en su esencia, su sentido, rastros de antiguas estructuras, restos de pintura, movimiento. Todo es pintura, o esto es una obsesión. Sigo con la mirada las líneas discontinuas del suelo, mientras lo atraviesan las pinturas metalizadas de los automóviles. Y cuando vuelvo a una cierta conciencia, mi hilo conductor sigue ahí. Es una estructura continua pero que yo percibo como fragmentada, donde una idea de geometría domina el paisaje asfáltico. Esa trama me devuelve a la realidad, me indica donde estoy”.
En su libro Metrópolis Emery Jones dice: “Es ingenuo pensar que la metrópoli es o enteramente buena o enteramente mala. Nunca es más que la expresión de la sociedad que la origina, aunque la íntima yuxtaposición de todas sus cualidades ahonde ciertamente el contraste entre lo mejor de la sociedad y lo peor. Es la ambivalencia la que levanta apasionados sentimientos a favor y en contra. Sin embargo, no deberíamos permitir que las múltiples desventajas de la metrópoli nos cegasen los aspectos positivos”.
Y concluye citando a Robson y Reagan: “Hay mucho que amar y admirar en una gran ciudad. Es el hogar de los más elevados logros del hombre en el arte, la literatura y la ciencia: la fuente de la que han manado las fuerzas de la libertad y la emancipación. Es el lugar donde el espíritu del humanismo y la democracia han crecido y florecido, donde la búsqueda del hombre en pro del conocimiento y la justicia ha sido perseguida con la mayor constancia y donde la verdad se reveló con la mayor lealtad y audacia”.
Mario Rey ha expresado con sus imágenes robadas diferentes metáforas de ella y ha provocado en nosotros una forma nueva de mirar la ciudad.